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Canción para acompañar: Such great heights - The postal service.
El fin de un vuelo es histórico. El último vuelo del Concorde, aquel jet de pasajeros único en su especie después de décadas de servicio. Otros menos afortunados como el fatal aterrizaje del Hindenburg a metros de tocar tierra. El Enola Gay, bombardero B-29 modificado para soltar en Hiroshima una bomba atómica vio llegar su jubilación justo después de entregar su carga. Más recientemente el Discovery de la NASA viajó por última vez fuera de órbita. Todo último vuelo tiene un característica en común, la nostalgia.
Sostengo que todos alzamos vuelo alguna vez en algún momento particular de nuestras vidas. Ya sea con el impulso de nuestras piernas, por cortas que éstas sean para rozar un balón con la ayuda de una mano divina o la motivación que sólo ese místico polvo blanco entrando por las fosas nasales puede dar. En algún punto todos volamos.
El punto quizás es como alzamos ese vuelo, cual es nuestro impulso, cual es la mejor forma de volar y más importante aún cual es la mejor forma de terminarlo.
Después de varios intentos fallidos un día también alcé el vuelo. Un vuelo majestuoso como palacio hindú. Un vuelo memorable, un vuelo único, un vuelo inolvidable. Y en mi caso encontré algo aún más grande que el simple hecho de volar que ya es mucho, el vuelo compartido.
Si bien es cierto que cada quién vino con un par de alas y que sin duda cada quién era capaz de ponerse a volar por su cuenta decidimos un día tomarnos de las manos y explorar el cielo juntos. No importa cuán desconocido era el destino, que tan incierto era el paisaje, la seguridad de viajar mano a mano nos hizo llegar a alturas insospechadas. Causa de admiración y envidia nuestro vuelo ha sido único.
Como todo vuelo, por sorprendente que éste sea, por único que haya sido, por majestuoso que haya podido ser, hay un día que las alas no dan más. O rompes la barrera de la estratosfera y entonces llegas al espacio o comienzan las alas a quemarse y debes comenzar a bajar, comenzar a soltar.
Y así un día comenzamos a caer, quizás más estrepitoso de lo que hubiéramos deseado, quizás antes de lo que habríamos pensado. El vuelo un día fue más de lo que mis alas pudieron aguantar, el agotamiento venció mis fuerzas y comencé a precipitarme al suelo, injustamente sin soltar mi otro par de alas, de forma egoísta esperando que cargaran con mi peso por las alturas.
Y en ese espiral de caída libre un día debimos soltarnos. Y también justo antes de estrellarnos contra el suelo con lo último de esa fuerza que nos unió volvimos a mover las alas, con toda nuestra fuerza y con toda nuestra fe subimos otra vez a esas alturas que ya no eran ajenas, eran nuestras.
Por una última ocasión volvimos a esas nubes que tienen forma de sábanas, alcanzamos esa brisa que se confunde con nuestro sudor, sentimos ese calor que es lo más cercano a una explosión solar, el último roce de nuestras alas fue la magia que nos catapultó, aunque haya sido por última vez.
El último vuelo supera en toda forma posible al primero. La experiencia ganada se transforma en intensidad y la deshinibición es compensada con toda forma de pasión, porque volar es la última frontera del hombre, la más apasionante.
La nostalgia que rodea al último vuelo es En su propia manera también un premio.No importa que se incendie a metros de la tierra como el Hindenburg, que cause una explosión nuclear o que llegue vestida de gloria como el Discovery, la nostalgia es y será lo que marque el fin de ese vuelo. No importa nada al final porque ese sabor agridulce es el sabor de la victoria. Porque es mejor vivir esa nostalgia producto de saber que alguna vez se llegó tan alto, a jamás haber despegado los pies del suelo.
Ahora queda solo una cosa, curar las alas, correr para tomar vuelo y si un día se da, tomar otras manos, otro par de alas y volver a tocar el cielo.
Gracias por volar a mi lado.
1.- Rómulo Baldomero Tamez Salazar, autopsia 2889.
2.- Nora Elia Ortegón De Lomelí, autopsia 2889.
3.- Martín Jesús Saide Azar, autopsia 2899.
4.- Maria Martha Navarro Moreno, autopsia 2903.
5.- Maria Esperanza Alanís Chapa, autopsia 2900.
6.- Isabel Ladrón De Guevara Barrada, autopsia 2907.
7.- Maria Hilda González González, autopsia 2908.
8.- Rosa Maria Ramírez Díaz, autopsia 2915.
9.- Laura Adriana Gregorio Navarrete, autopsia 2897.
10.- Aída Cavazos de la Peña, autopsia 2916.
11.- Maria de los Ángeles Pérez Patlán, autopsia 2880.
12.- Adelina Hernández Huerta, autopsia 2888.
13.- Flor María González Gómez, autopsia 2883.
14.- Lilia Elma Vela Vázquez, autopsia 2909.
15.- Mayra Liliana González Zamarripa, autopsia 2924.
16.- Rubén Noe Morales Castillo, autopsia 2896.
17.- Yolanda Rocha Delgado, autopsia 2925.
18.- Christian Alejandro Solís Huerta, autopsia 2885.
19.- Edith Castillo Ramírez, autopsia 2886.
20.- Joaquín Martínez Rçios, autopsia 2890.
21.- Maria Del Carmen Martínez Grimaldo, autopsia 2892.
22.- Lorena Villarreal Elizondo, autopsia 2911.
23.- Martha Elena Gutiérrez Salinas, autopsia 2893.
24.- Maria Dolores Campos Rodríguez, autopsia 2904.
25.- Myriam González González, autopsia 2898.
26.- Maria Inés González González, autopsia 2922.
27.- Julia Yuridia Cardona Morales, autopsia 2881.
Personas que fallecieron y fueron identificadas,
pero sobre las cuales hay trámites pendientes:
28.- Karla Maráa Espinoza Vega, autopsia 2910.
29.- Idalia Elizabeth Walls Polendo, autopsia 2901.
30.- Juan Manuel Juárez Alonso, autopsia 2895.
31.- Carmen Adriana Flores Navarro, autopsia 2910.
32.- Sara Aurora Ramírez Rodríguez, autopsia 2913.
33.- Maria Guadalupe Monsiváis Estrada, autopsia 2923.
34.- María Elena Moreno Luna, autopsia 2891.
35.- Juana Saldaña García, autopsia 2914.
36.- Petra Bustos Vázquez, autopsia 2906.
37.- Lucía Del Carmen Anguiano Lucio, autopsia 2902.
38.- Benito Garza Garza, autopsia 2887.
39.- Eduardo Enrique Martínez Cavazos, autopsia 2894.